lunes, 23 de octubre de 2023

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 Voy en el bus de las 2 de la tarde. Para llegar, tuve que cambiarme mis zapatos a zapatillas, correr hasta la micro. Tuve que esconderme a un costado del terminal, para pegarme un pipazo, y alcanzar a fumarme un cigarro. Todo antes de las 2. Cuando subo al bus, tengo la boca seca y el sabor del tabaco pegado al paladar. Me siento liviana y en mi pecho revolotean cosas que no logro determinar bien. Amo salir de San Antonio, desde la vista alta del bus. Amo sentir el calor del sol, a través del vidrio, sobre mi piel. Amo dejar mis cosas a un costado, sabiendo que no se va a sentar nadie cerca. Con los audifonos puestos, pongo lo que sea que esté sonando en ese momento. A veces lloro, otras veces solo me retuerzo como una iguana al sol. En medio del peor año de mi vida, no sé si soy feliz. Pero sí se que siento, en ese momento, siento y lo que sea que siento, se siente en mi cuerpo, en mi pecho, en mi piel. 

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Me dijo que creía que me gustaban los hombres oscuros. Me reí, le dije, "y eso que no viste a los otros". Nos reímos. Dice que es mi autopercepción, y yo me río de nuevo. No profundiza. Sé a lo que se refiere. Pero sé que no ha visto el resto también. Es cierto en todo caso. No vió al resto, y no ha visto el otro resto; el resto de mi, que está guardadito bien adentro. A veces me tiritan las manos y piernas, y sé que no son las pastillas, sé que es otra cosa. A veces siento gritos escapar de mi boca. A veces tengo que desviar la mirada. Sé a lo que se refiere. Yo quisiera ser luminosa también.     

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