sábado, 22 de enero de 2022

y hoy día tengo un ataque de nostalgia

y extraño las micros, y extraño la basura, y el olor acre de las calles repletas de autos, y los ruidos de sus bocinas y  las trayectorias rectas que dibujan con sus luces, y extraño el cielo a medio cubrir, y el sopor caluroso sobre la piel, y la alegría de las sombras de los edificios, y las ciudades con costaneras repletas, y el comercio, y los animales, y las bicicletas, y los árboles enjuntos apretando su follaje en las veredas, y los teatros llenos y sus murmullos, sus estruendos, las plazas y la vida, y el encuentro, y la luz en cámara rápida, y los tesoros, todos los rincones llenos de tesoros, tesoros en el centro, el centro como tesoro, el tesoro del hogar, el centro como centro como hogar que se desparrama, que se deshace, que se hace pequeño como el paso, en el paso, en la caminata de los kilómetros y de las zapatillas gastadas, el centro que se hace pequeño como casa de muñecas, que es juego y es río y sendero y es cobijo, y que es quebrada y es abrazo, y es valle y es estero, y son cuadras y es ciudad enterrada entre paredes, y es toda ciudad, y es todas las ciudades, todas las ciudades son un mismo río; y yo, yo soy nostalgia y soy mugre, soy piedra de río y soy quebrada encumbrada, soy incendio de verano, expecímen inutil, autodestructivo, enamorada del derrumbe de mi propia casa.  

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