dicen que disociar es algo normal cuando se hacen cosas cotidianas. cuando se camina, cuando se compran cosas en el super, cuando se lee un libro y tienes que releer el parrafo de nuevo.
tengo una imagen en mi cabeza. estoy llorando desconsolada. me cuesta respirar, siento mis ojos achinados por la hinchazon, y la cabeza abombada. estoy en una pieza oscura, discutiendo. es un escenario tan reiterativo que ni siquiera podría decir por qué discutía. y lloraba, y sentía que se me iba a salir el corazón por la boca. y miraba su rostro, y buscaba un reflejo, una chispa, un indicio. pero era como mirar al fondo de un pozo, y esperar a que mirara de vuelta. un totem, insondable.
en algún punto, entraba a un estado de extenuación tal que el cansancio me sacaba un poco de mi. y seguía llorando, y me sostenía el cuerpo con las manos, pero parecía encontrarme unos cuantos centímetros más atrás. y miraba hacia adelante, y seguía viendo su rostro, y pensaba, cuanto más será? unos 15 minutos, una media hora? una hora entera? quizá no ocurra nunca. quizá, si lloro un poquito más, quizá, si dejo de hacerlo...
y me sentía descansar, en ese pequeño compartimento que estaba solo un par de centimetros más atrás. y ahí, llorando todavía, completamente desbordada por la pena y la impotencia, divagaba también. eso, hasta que de repente, una luz al final del tunel. algo era distinto. un pequeño gesto, una expresión, un espasmo facial quizá. si me preguntan no podría decirlo con certeza, pero estaba ahí. se había asomado como una sombra detrás del mármol. y no sabía bien cómo ni por qué, pero algo había cambiado, y ahora tenía una chance. intentaba volver a verle el rostro, y lentamente reconocía a la persona que se encontraba frente a mi. a donde se había ido? no lo tenía claro, pero daba lo mismo. ya estaba ahí. y una vez ahí, poco importaba donde había estado (o eso solía creer); si era la persona que amaba, seguro estaba ahí para resolver todo, junto a mi. seguro venía a deshinchar mis ojos, a acariciar mi migrañosa cabeza. repentinamente, todo se volvía un torbellino de cariños y cuidados. todo era comprensión y empatía. y al rato, examinando los rastros de tanto sufrimiento en la cara, solía decir que me veía hermosa. especialmente después de llorar tanto.
a veces, todavía me siento disociar. creo que me distraigo entre medio de la pena y la frustración, y de repente me siento un poco más atrás: de repente ya no estoy triste, pero tampoco estoy de ninguna forma. y pienso si es que tengo que hacer algo, para hacer asomar esa sombra. y pienso que estoy quizá muy vieja para ese tipo de cosas, incluso si quisiera no sabría cómo hacerlo. me pregunto si es que valía la pena en primer lugar, y me respondo al instante y de manera categorica. pero entonces, qué hago aquí, en este par de centímetros hacia atrás? aquí donde todo el resto de las cosas parecen correr en cámara lenta? miro de nuevo hacia adelante, a un rostro, y lo veo como una fortaleza inescrutable. me pregunto si había otra salida en ese momento. me pregunto si quise buscar una salida en ese momento, o si quería con todas mis fuerzas entrar. me pregunto qué quiero hoy, y no sé qué responder. y me quedo aquí mirando, a pie del monolito, en silencio, solo un par de centimetros atrás, tratando de recorrer esa pequeña distancia, yo sola, aunque se sientan como una centena de pasos, una millonada de pasos, de aquí hasta allá, de vuelta al presente, de vuelta a mi.
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