A veces me pillo a mí misma despidiendome
Una y otra vez
Y no sé bien por qué
Que, sea lo que sea todo esto que estoy sintiendo ahora, antes solo tenia cabida en los pequeños espacios que compartimos. Siempre fue todo mucho, muy extraño, muy intenso. Hoy, no tiene espacio en otros vínculos, no puede ser contenido en una conversacion, una llamada, un mensaje. Un entuerto que no cabe en ningun lado. Y cada vez que lo pienso, o lo menciono, constato.
No pude nunca hacer lo que tú hacías, enterrarlo, olvidarlo, omitirlo hasta hacerlo desaparecer. Yo lo tengo aquí, siempre en mis manos, siempre más grande y pesado de lo que puedo sostener. Y a veces, quisiera ir a golpear la puerta, pedirte que me acompañes un rato. Solo porque no sé dónde más dejar esta pena. Quiero hacerme bolita en el sillón, pedirte que me abraces. Que no me olvides tan pronto.
En días más amables, me imagino tu mano, a penas rozando mi mano, o tu brazo, a penas rozando mi brazo. En dias más amables, no estoy enojada, ni triste. Estoy tranquila, y no pienso en el futuro. Suenan las noticias, sobre las pequeñas Caracas que atochan Santiago. Sólo suenan las noticias, y miro por la ventana, y estoy tranquila, y no pienso en el futuro. Estoy en ese momento, más presente que nunca, más presente que ahora, y todo transcurre, ni lento ni rápido, solo segundo a segundo, solo como un momento que sucede a otro. Y yo, extrañamente lúcida entre tanta niebla que ahoga mi mente. Extrañamente poseída por un ruido blanco.
hola, me da un ticket
para un paseo por Buenos Aires
unos pasajes a Valdivia, sin cobrar
un regreso a Conce
un roadtrip
a la ctm
para un viaje en hongos
en el patio de mi tata
para una casa, con dos gatos
una ida a la avenida Los Carrera
que está ampliada, y ya no pasa la línea del tren
o a unos cerros cerca de acá
una entrada a ese restorante bonito
con vista al mar
donde venden sanguchitos y creme brulé
o a cualquier parte
a donde podamos ir
ahora
ya
y cada vez que miro a mi lado, y te veo
se me rompe el corazón, y me arrepiento
y por eso miro hacia abajo
y hacia abajo
y hacia abajo
y hacia abajo
y hacia abajo
Abril 6
Hola, cómo estás? Yo bien, aquí. Despertando a las 4 de la mañana, porque sí, supongo. Tuve un sueño cuático, y desperté un poco triste. Así que pensé en escribir. Tú dirás "enloqueció, finalmente?", y espero que no, aunque el mismo hecho de escribir esto lo vuelve una posibilidad. Quiero creer que es como gastar las últimas gotitas de bencina del auto, hasta que haga "pah! pah! PapappaPAH!", y se detenga finalmente. Últimas palabras deshaciéndose en el aire como una emisión de carbono.
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Abril 7
Pensé en muchas cosas que decirte, pero en verdad, no pude recordar si te las decía antes o no. Tampoco pude determinar si te parecerían interesantes.
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Abril 8
Ayer salí, y me sentí feliz como hace tiempo. Sentí el sol de la mañana sobre mí, y la brisa marina, y las olas en mis piernas. Fui copiloto por primera vez en un laaargo rato, así que baje la ventana y me dediqué a mirar. Me reí mucho, y comí rico. Caminé un buen tanto, y jugué en la playa con perritos.
Cuando conversaba con mi amiga, apareció Vicente (su ex, al que todavía llora un poco) en la conversación. Y me dijo "yo sé que siempre lo idealizo, pero mientras más lo pienso, no veo un escenario en donde no hubiesemos terminado. Hay tantas cosas que me gustan de la vida, y a él no le gustaba vivirla, no le gustaba vivirla! Yo quisiera experimentarlo todo, vivirlo todo...". Tú no sabes, pero Vicente se ponía amarillo si se estresaba mucho, porque se le subía la bilis. Era una condición médica, pero cuando hablábamos de esto, me dio risa porque me lo imaginaba todo amarillo, en hipotéticas aventuras, que probablemente nunca se realizaron.
Una vez te dije "a mi me gusta el sol, me gusta la lluvia, me gusta pasear, me gustan las mañanas, me gusta la actividad. A ti te gusta estar adentro, te irrita el sol, te gusta(ría) dormir hasta tarde, te gusta ver la lluvia desde la ventana". Ahora que lo pienso, supongo que eso era una forma simple de ponerlo. A veces siento que mi experiencia ni siquiera me cabe en el cuerpo, porque es tan grande, tan abrumadora. Y cuando soy feliz, siento que me voy a deshacer. Incluso cuando soy feliz en silencio, o en la oscuridad, o solo por sentir una mano cálida junto a la mía. Y cuando estoy triste... Bueno, esa parte ya te la debes saber.
Pero en fin. Pensaba en esto, y tenía ganas de preguntarte si eres feliz. O, en realidad, cómo eres feliz. Cómo te sientes cuando eres feliz. Qué cosas te hacen feliz, y cómo se sienten en tu cuerpo. Te hace feliz la vida que llevas? Sé qué sueles estar cansado, estresado, pero más allá de eso, eres feliz cuando juegas? Eres feliz cuando ves a la gente que quieres? Eras feliz cuando paseabas por Amsterdam, o cuando conocías Sudáfrica, o cuando viajaste a Estados Unidos? Fuiste feliz cuando te dijo que sí? Fuiste feliz cuando te titulaste, o cuando empezaste tu nueva carrera? O eres feliz día a día, cuando llega, quizás, con una bolsa de pan fresco, que esparce su olor en el departamento? Eres feliz cuando estás acostado, antes de dormir? Eres feliz cuando miras las nubes en el cielo, por la ventana? Cuando andas en auto? Cuando prendes un pito, y pones música? Cuando van a algún lado a comer algo rico? Cuando te recuerdas a ti mismo de joven? Cuando te recuerdas a ti mismo de niño?
Por aquí me pierdo, la verdad. No espero increparte, si es que se pudiese leer así. Solo trato de pensarte feliz, y siento esta gran interrogante, esta eterna curiosidad por tu vida. A dónde ibas cuando desaparecías cada vez. Ahora es muy tarde, eso está claro. Pero a veces trato de imaginarlo, un día a día cotidiano, e imagino dónde estan esas pequeñas alegrías. Esos momentos en donde, quizás, se te apriete un poco la guata con el súbito reconocimiento de esa felicidad. Las cosas que quizá te llevan, que te arrastran de un día a otro, que te mueven a levantarte en las mañanas.
A veces, te pienso en mi mente como un niño, que descubrió hace poco que iba a morir eventualmente, y que se duerme en las noches llorando, asustado, en silencio. Te dolerá también a veces el corazón, hoy en día? Debajo de esas angustias, o del cansancio, o del hastío? Un dolor agudo quizás, más trascendente? Como dicen por ahí, un corazón que duele es un corazón que funciona. Y siempre quise saber qué había en ti aparte de la angustia, y de la calma que buscabas con tanta desesperación.
Abril 9
Es chistoso igual. Creo que, desde siempre, yo te hablo/escribo sin que acuses ningún recibo, y tú me lees/escuchas sin decir nada in return. Qué dirá eso de ambos?
Abril 10
Una vez dijiste que, cuando nos conocimos, te había asustado mucho. Me pregunto si, de haber estado realmente juntos, habrías visto mis extrañezas, y mi sentir, con amabilidad.
Abril 14
Hace días, ando trayendo a cuestas un cuadernillo que me compré, con un par de lápices de la suerte. No logro escribir nada ahí, así que sigue en blanco.
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Tarde me senté a ver (sólo a ver) La diferencia entre (hoy y ayer) Y comprender (lo que fue) Haber culpado de todo a las distancias, las distancias, las distancias, las distancias
Seguir pensando que somos lo mismo ¿Qué va a quedar de nosotros? Ay
Ahora que todo parece distinto ¿Qué va a quedar de nosotros? Ay, ay
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Supongo que hay una relación entre estas notas y mi cuaderno en blanco. No sé si es tan directa como podría sonar, pero sospecho que debiese reservar este divague a otros espacios. No quisiera, realmente. Habiendo yo siempre hablado, y habiendo mantenido tú siempre tu silencio, me cuesta lidiar con que esta vez, detrás de ese silencio hay también una ausencia. Y no logro decidir si quiero que me leas, o no. O sea, es evidente que sí, pero también quisiera que no. Mejor dicho, quisiera no querer escribirte, ni tener nada que decir. A estas alturas, claramente no me queda mucho, y me hallo aquí, estirando este chicle. Así que hagamos algo: si llegas a leer esto, que sepas que estoy sacando las pelusas mentales de mis bolsillos mentales, buscando excusas para hablarte, y cosas que decirte. Pero es solo eso. No me leas con condescendencia. Voy a dejar de escribirte a ti, en primera persona, para sacarme una de estas tantas espinitas que tengo alojadas en el costado. Así que paciencia, estamos trabajando para Ud.
Hace un par de días, pensé que era el primer día, en mucho tiempo, en que sentía algo. No sabía bien qué; quizás era un poco de todo. Desde siempre, mi experiencia subjetiva consiste en altos muy altos, bajos muy bajos, e intermedios que no duran más que un par de horas. Los últimos meses sentía que nada se movía. Los bajos se habían quedado abajo, muy abajo, estancados e inertes. Sentía el cuerpo adormecido, el pecho vibrante, la cabeza muy pesada. Como una hoja al viento, como una roca que rueda río abajo, todo en la peor forma posible.
Han pasado tantas cosas importantes, que tuve miedo de perdermelas. Quise sentir los últimos momentos de este arco con felicidad; quise reír con mis amigas y compañeras, quise dejarle palabras sinceras a mis niños. Quise aprovechar esos últimos días en Santiago, ir a la feria, intentar sentir en mi cuerpo ese entusiasmo liviano y luminoso. Quise caminar por la calle y sentir el sol en mi piel.
No preví la pena. Creí que se sentiría igual estos últimos meses; esa mezcla de angustia y aplanamiento, esa desesperación insoportable. No preví la pena profunda, el dolor visto en cámara lenta, de mi corazón rompiéndose en pedacitos a sí mismo. Se siente increíblemente necesario, y nunca había visto con tanta certeza lo alineados que están ambos sentimientos. Sin embargo, ahora no puedo parar de llorar. A veces siento que pierdo las proporciones. Pero me pregunto si, cada vez que llore, estaré sacando algo de esto al mundo. Parte de este sentimiento se vuelve tímido afuera. Pero quisiera llorarlo, quisiera llorarlo todo, porque por primera vez quizás, veo todo esto quedarse atrás. Sin la ilusión infantil del retorno, avanza mi vida como cauce de río; nada permanece igual, aunque lo parezca. Quisiera llorar infinitamente, por todo lo que se pierde, y no vuelve. Lo que odié y lo que amé. Nada permanece realmente.
hoy día es el primer día en días
hoy día es el primer día en que pude mirar por mi balcón. Santiago se veía blanco, extraño y difuminado. Brillaban las ventanas del edificio enorme que está a un par de cuadras, el elefante blanco. después de varios días sin salir, sin bañarme, durmiendo y comiendo y durmiendo y fumando, quise mirar y grabarme en la memoria el color de la luz reflejada en los ventanales. el atardecer es hermoso desde ese reflejo.
anochece, y la ciudad me mira en infinitas luces amarillas. sentí acabarse todo esto. me sentí peregrina. lejos de casa, que más que casa es una espalda tibia sobre la que llorar. me sentí llorar, sin espalda tibia sobre la que apoyarme. me sentí llorar un llanto viejo, y sentí palidecer las luces. dudé de las palabras, y de mí misma. pensé en mi amigo, acostado sobre su cama, con las piernas arrumbadas sobre la pared, con la única luz de una vela, y me escuché decir algo sobre este sentir, enorme, sin lugar para descansar. hay personas que no le temen al tamaño de este sentir. y me inundé de agradecimiento, y de propio temor. y lo sentí, mirando mi herida, y me sentí llorar una vez más. y dice algo, que da un giro, y siento calidez en mi pecho, y siento la pena más grande. una pena viva.
qué dolor, pensé. estoy enamorada de mi herida.